El Estudio Guiado está dividido en dos grandes movimientos que se entrelazan: el viaje del alma, representado por los Arcanos Mayores, y la vida cotidiana del alma, encarnada en los Arcanos Menores.

No son dos partes separadas, sino dos maneras de mirar el mismo proceso: una desde lo profundo, otra desde lo cercano. Ambas se nutren entre sí. Comprenderás las raíces simbólicas del tarot mientras aprendes a reconocerlas en tu día a día.

El viaje del alma (Arcanos Mayores)

Los Arcanos Mayores cuentan la historia de nuestra evolución interior. Son los grandes arquetipos que nos habitan: las fuerzas que nos impulsan, los desafíos que nos transforman, las crisis que nos abren, los renacimientos que nos devuelven a nosotros mismos.

Del Loco al Mundo, cada carta representa una etapa del viaje del alma. El Loco nos invita a comenzar con inocencia; el Mago nos enseña a crear; la Sacerdotisa, a escuchar lo invisible; la Muerte, a soltar lo que ya no somos; y el Mundo, a integrar lo aprendido y a seguir caminando.

No se estudian como teoría, sino como experiencias vivas. Cada arcano habla desde dentro, mostrando lo que estamos listos para comprender. A través de su estudio, aprendemos a reconocer los ciclos que atraviesa el alma cuando busca sentido, madurez y autenticidad.

Es un recorrido profundo y simbólico, pero también humano: nos muestra que el camino espiritual no es lineal, sino una danza entre perderse y encontrarse, una y otra vez.

La vida cotidiana del alma (Arcanos Menores)

Después de recorrer los Arcanos Mayores, el viaje continúa hacia lo concreto. Los Arcanos Menores son el reflejo de cómo esa evolución interior se manifiesta en lo cotidiano: en los vínculos, en las decisiones, en la mente, en el cuerpo, en los ritmos de la vida diaria.

Cada palo representa un elemento, una manera de vivir y sentir la existencia:

Bastos – El fuego.
La acción, el deseo, la creatividad, el propósito. Aquí trabajamos con la energía vital: cómo la encendemos, cómo la sostenemos y cómo la honramos sin agotarnos.

Copas – El agua.
Las emociones, los afectos y la sensibilidad. Nos enseña a reconocer lo que sentimos, a abrirnos al amor y a cuidar la ternura que nos habita.

Espadas – El aire.
La mente, las ideas, la palabra y la claridad. Nos invita a mirar nuestros pensamientos, a atravesar el conflicto y a comprender la verdad que se esconde detrás de cada duda.

Oros – La tierra.
El cuerpo, la materia, la estabilidad y lo tangible. Aquí aprendemos a habitar el presente, a cuidar de lo que construimos y a dar forma concreta a lo que intuimos.

Cada palo recorre su propio ciclo del uno al diez, mostrando cómo crece, madura o se transforma una energía dentro de nosotros. Y las Cartas de la Corte nos muestran los arquetipos humanos que encarnan esas energías: los aprendizajes del amor, de la acción, del pensamiento y del cuidado.

Este estudio nos recuerda que lo espiritual también vive en lo cotidiano: en una conversación, una elección, un silencio o una pausa consciente.